Fidel y la unidad en la Revolución

Fidel y la unidad en la Revolución

23 octubre, 2018 Artículos 0

Por: Dr. C. Omelio Rivero Villavicencio

El pensamiento de Fidel Castro es, por su alcance universal, humanista, internacionalista, independentista y revolucionario. En el surgimiento y evolución de ese pensamiento incidieron múltiples factores objetivos, siendo el más significativo la práctica revolucionaria y las tradiciones libertarias acumuladas por casi 100 años de lucha en el país.

Al analizar la estructura político- social de Cuba a mediados del siglo XIX,  así como las fuerzas motrices que impulsaron al inicio de la Guerra de los Diez Años, Fidel Castro afirmó:

“La Cuba de aquellos años estaba terriblemente dividida en clases sociales (…) cuando en los demás pueblos de habla hispana había desaparecido ya la esclavitud hacía decena de años, en Cuba, con una población de algo más de un millón 200 mil habitantes, había casi 400 mil esclavos. ¡Un 30% de la población era esclava! ¡Formaba parte de las propiedades de las clases  dominantes! Otra parte importante de la población era española. Estaba integrada con la metrópoli que los dominaba y nos explotaba colonialmente. El resto de la población era cubana: los descendientes de antiguos conquistadores colonizadores españoles y los descendientes de antiguos esclavos.”

Atendiendo a las características antes expuestas ¿Quiénes podían iniciar aquella guerra independentista? ¿Con quiénes contar? La primera respuesta nos dice que no podían ser precisamente los esclavos. Estos se encontraban encadenados, encerrados en los barracones, sometidos a la peor opresión, sin acceso al estudio, sin acceso a las ideas y a la cultura política, sin ninguna prerrogativa social.

La segunda respuesta queda respondida con la primera, por supuesto que con los esclavos y campesinos como fuerza fundamental, la dirección de la lucha la asumirían los terratenientes e intelectuales, aquellos que pretendían realizar cambios políticos para obtener beneficios económicos tras varios años de luchas y enfrentamiento a la metrópolis por mejoras y reformas. La única solución viable lo era la lucha por la independencia de España.

Al respecto en 1978 Fidel expresaría:

“El sector social que podía enarbolar las ideas independentista, una vez fracasado el movimiento anexionista y el reformista, era aquel sector social económicamente poderoso que tenía acceso a las riquezas nacionales, al estudio y a la cultura. Y los representantes de aquel sector social fueron los que efectivamente, actuando de una manera progresiva y revolucionaria, iniciaron la lucha por la independencia.”

Como se afirmara en el Informe Central al Primer Congreso del PCC:

“…La primera guerra de independencia en 1868 (…) no comenzó, sin embargo, ni alcanzó su fuerza explosiva y de masas en las provincias donde estaba arraigada, donde era más poderosa y contaba con mayores intereses la clase esclavista, es decir, el occidente de Cuba, sino en las provincias y regiones del país donde los campesinos independientes eran más numerosos y el trabajo esclavo tenía un peso económico incomparablemente menor. La guerra arrastró tras sí a campesinos, artesanos y esclavos y despertó el patriotismo fervoroso de estudiantes, profesionales e intelectuales y del pueblo cubano en general, cuyo sentimiento nacional se hizo realidad concreta e irreversible en el propio fragor de la lucha contra el dominio de España.”

La realización de la Asamblea constituyente de Guáimaro fue un importante paso en el logro de la unidad. De sus resultados se han dado muchas valoraciones, Fidel siempre fue muy cuidadoso al enjuiciar los acontecimientos y hechos históricos destacando que:

“…pese a la pureza de principios, el patriotismo y la honradez de los cubanos, aquellas instituciones no marcharon, y en aquellas circunstancias no pudieron marchar tal como ellos lo habían concebido, tal como ellos lo habían idealizado”.

Se hacía imposible que en aquellas circunstancias de guerra, las instituciones republicanas pudieran funcionar adecuadamente. Surgieron discrepancias entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, aunque en la realidad, y de acuerdo con la constitución, el poder supremo lo tenía la Cámara de Representantes, que podía nombrar y destituir al Presidente de la República, nombrar y destituir al general en Jefe, y tenía plenas atribuciones para intervenir en la marcha de la guerra.

Fidel, al referirse al proceso organizativo y de dirección de la Guerra del 68 reflexionaría:

 “En aquellos primeros momentos del inicio de la lucha revolucionaria en Cuba, empezaron a cumplirse infaliblemente las leyes de todo proceso revolucionario, empezaron a producirse las contradicciones, y comenzó el proceso de profundización y radicalización de las ideas revolucionarias que ha llegado hasta nuestros días.”

Y más adelante puntualizaría:

“Es conocida la historia de las divisiones en el exterior, que dificultaron y, por último, imposibilitaron el apoyo de la emigración a los cubanos levantados en armas. Y, sin embargo, nuestro pueblo haciendo increíbles sacrificios, soportando heroicamente el peso de aquella guerra, rebasando los momentos difíciles logró ir aprendiendo el arte de la guerra, fue construyendo un pequeño pero enérgico ejército que se abastecía de las armas de sus enemigos.”

Y refiriéndose a la calidad revolucionaria de estos humildes combatientes Fidel afirmó:

“Y empezaron a surgir del seno del pueblo más humilde (…) los patriotas más virtuosos, los combatientes más destacados, y así surgieron los hermanos Maceo, por citar el ejemplo que simboliza aquellos hombres extraordinarios.

Al referirse al final de la guerra Fidel expresa:

“Y al cabo de diez años aquella lucha heroica fue vencida no por las armas españolas, sino vencida por uno de los peores enemigos que tuvo siempre el proceso revolucionario cubano, vencida por las divisiones de los mismos cubanos, vencida por las discordias, vencida por los regionalismos, vencida por el caudillismo, es decir, ese enemigo que también fue un elemento constante en el proceso revolucionario, dio al traste con aquella lucha.”

Las etapas de luchas del siglo XIX cubano a criterio de Fidel requería de un orden y una disciplina unitaria que, como afirmara el 27 de agosto de 1959 mantuviera “… el orden, no por la fuerza, sino por la moral. La unidad no se puede ver como una subordinación del pensamiento sino como una búsqueda de aquellos elementos que nos unen, que nos pueden llevar a un proyecto común. En esto hay algo ético, muy constante, cuando él se ha separado del proyecto del 68, lo invitan a hablar un diez de octubre en una conmemoración y dice que no porque es mejor dejarse morir por las heridas antes de permitir que las vea el enemigo”.

Fidel, verdaderamente revolucionario

Aunque a lo largo de su adolescencia Fidel se destacó por una posición de justicia social y lucha contra toda ignominia, se hizo verdaderamente revolucionario en la Universidad de La Habana y se nutrió de todos esos elementos históricos del pasado que le permitieron realizar un análisis profundo de la historia de Cuba. Para la filosofía política de Fidel el valor unidad era básico, pero unidad quiere decir unidad entre lo diverso. La unidad es para sumar personas que pueden incluso divergir en otros aspectos pero no, en los principios. Para Fidel era necesario buscar lo que vincula, no lo que separa. Y así mismo lo expresaría más tarde en el concepto de Revolución cuando expresó que:

Foto de fondo: José Raúl Rodríguez Robleda

En el juicio por los sucesos del Moncada, Fidel realiza su alegato La Historia me absolverá , donde convoca a la más amplia unidad antidictatorial que resistiese a la tiranía y condujese al pueblo a una multifacética rebeldía hasta lograr el triunfo. Trataba de lograr la unidad por la negación, aunque dentro de aquella unos buscasen retornar al estatus anterior mientras otros querían alcanzar un mundo mejor mediante la Revolución.

¿Cómo llega a ese concepto de la unidad por la negación? Para el genio político de Fidel la unidad por la negación la logra en todos los aspectos, pero su pensamiento unitario era amplio dándole la bienvenida en el seno de la nueva lucha a todos los que querían estar en contra de la tiranía sin importar credos, ni posiciones sociales. La política no sextario de Fidel en la lucha insurreccional le permitió aglutinar a su alrededor a lo mejor de la juventud, intelectuales, trabajadores y campesinado cubano.

El triunfo revolucionario de 1959 fue un momento importante para el pueblo cubano que había luchado por más de 50 años contra gobiernos corruptos y entreguistas. No obstante, no todo estaba logrado, desde el propio triunfo comenzaron a manifestarse brechas en la unidad de las fuerzas revolucionarias. Ello llevo a la dirección de la Revolución a la realización de un proceso unitario que se sustentaría en la integración de las fuerzas revolucionarias participantes en la lucha, proceso no exentó de contradicciones. El líder de la Revolución el 22 de marzo de 1962  expresó: “Uno de los problemas fundamentales (…) fue el sectarismo. Se puede decir que fue el error fundamental que apareció al calor de la lucha ideológica que se estaba librando.”

Todo esto dañó grandemente el proceso de integración pues como afirmara Fidel: “…no estábamos organizando un partido. Estábamos organizando una coyunda (…). No estábamos promoviendo una asociación libre de revolucionarios, sino un ejército de revolucionarios domesticados y amaestrados (…) lo cual no promovía una verdadera integración (…) y hacía que las fuerzas que tenían que integrarse, que tenían que fundirse, operaran como fuerzas no integradas, como fuerzas no fundidas.”

Al analizar estos acontecimientos y el pensamiento del Comandante en Jefe, es válido preguntarse: ¿Comprenderemos las actuales y futuras generaciones lo que legó Fidel Castro y su generación al unirse? ¿Entenderemos que la unidad dentro de la diversidad es vital?

Para Fidel la unidad plena era lo ideal, pero lo real es tratar de buscar y mantener la unidad como la única manera que tiene una Revolución, un pueblo, una nación de sobrevivir frente a todos los riesgos y frente a todos los peligros internos y externos. En eso el legado de Fidel nos tiene que seguir acompañando como un gran constructor de unidad.

La unidad monolítica del pueblo y su Revolución es dialéctica por lo que no se puede establecer un dogma sobre lo que es, porque cambia de acuerdo a las generaciones, los contextos externos e internos y por lo tanto, el legado de Fidel está en los métodos para conseguir esa unidad en la ética. No se puede construir una sociedad socialista si no se cuenta con suficiente capacidad autocrítica para reconocer nuestros errores. La ética de la verdad y de lo real es central. Hay que siempre tener en cuenta las posibilidades de hasta dónde se puede llegar en un momento dado.

Otro elemento importante es continuar intensificando a planos superiores la democratización. Al respecto en 1992, Fidel le expresaría al reconocido catedrático y periodista Ignacio Ramonet:

“Nosotros hemos encontrado nuestra forma de expresión de la democracia y creemos que es la que se ajusta de manera ideal a nuestras condiciones, y su eficacia ha sido mostrada a lo largo de más de 30 años, porque creo que ningún país habría podido resistir el bloqueo, las amenazas, las agresiones, los golpes tremendo que significaron el derrumbamiento del campo socialista y la desaparición de la Unión Soviética, si no existiera un pueblo consciente, un pueblo unido y no fragmentado en mil pedazos. Por eso para nosotros la unidad es cuestión fundamental”.

Hoy más que nunca el pueblo cubano está claro del papel que le ha tocado vivir en los momentos actuales, del papel glorioso y duro en la construcción de una sociedad más justa, al respecto en 1990 afirmaría Fidel: “La unidad del pueblo, ¡eso es lo más sagrado y el arma número uno de la Revolución!, requisito sine qua non para ganar la batalla de la construcción del socialismo en estas condiciones”.

Fotos tomadas de Internet

 

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