Tras las cortinas del machismo

Tras las cortinas del machismo

13 enero, 2023 Noticias 0

Por estos días en que el discurso machista y depredador sexual del cantautor cubano

Fernando Bécquer a través de su “Guaracha Feminista” ocupa la atención de muchos

en diferentes espacios como las redes sociales, vienen a mi mente una y otra vez cientos

de hechos de violencia por motivos de género y concepciones machistas y patriarcales, de

los cuales no ha logrado desprenderse totalmente nuestra sociedad.

Y es que ciertamente, la retórica sexista de Bécquer no es casualidad, sino resultado de

una herencia misógina que se refleja todavía en algunos de nuestros espacios sociales y

políticos, aun cuando se han dado importantes pasos de avance en pos del

empoderamiento femenino, la inclusión y la deconstrucción de estereotipos

discriminatorios.

 Erróneamente y fruto de ese patriarcado, muchos repudiamos hechos de violencia contra

las mujeres como la física ó sexual, en tanto, no siempre se considera

agresivo que su pareja u otro hombre la manipule, la cele y controle, revise su celular y

redes sociales o le diga qué ropa usar. Por lo general, estos tipos de comportamientos

tienden a naturalizarse o suelen considerarse inevitables.

 Muy pocas personas se cuestionan el hecho de que a las mujeres se nos eduque para ser

tiernas y a los varones para ser fuertes, que se discrimine a aquellas que no encajan en el

patrón, que la mayor parte de las labores domésticas y de cuidados recaigan sobre sobre

nuestros hombros o aquella supuesta máxima de que la maternidad nos completa.

 No faltan quienes culpan a las víctimas de violencia por vestirse de forma provocativa o

coquetear de más, incluso quienes se niegan a considerar los piropos callejeros como

denigrantes ó conciben a la cotidiana práctica del ciberacoso como algo totalmente

normal.

 Más allá del maltrato físico o psicológico, el machismo es también sentirse incómodo

porque una mujer conduce un automóvil ó subvalorar sus capacidades profesionales; es

concebirla como objeto sexual a través de videos clips, fotos ó imágenes que mancillan

sus esencias; es no comprender que no existen roles de mujeres u hombres tanto en el

hogar como en los espacios públicos, e interiorizar que colaborar en las labores

domésticas o el cuidado de los hijos e hijas no es “ayuda” sino parte de nuestros deberes

al asumir la maternidad ó paternidad.

 Sin embargo, resulta contradictorio que en ocasiones son las propias mujeres

las que siguen alimentando estos patrones socioculturales, ya sea por aceptar de forma

espontánea y casi como natural el rol de cuidadoras; o por dejar que los más pequeños

crezcan bajo la creencia de que lavar o cocinar no es cosa de “machos”, que estos no

deben llorar, y que las chicas no deben practicar deportes porque son delicadas y pueden

hacerse daño. Así, estos valores discriminatorios se transmiten, muchas veces

inconscientemente de generación en generación.

 En ese camino, superar estas actitudes requiere un cambio en el pensamiento, en los

há­bitos y modos de actuar, una separación de lo que tradicionalmente se ha construido

como lo femenino y lo mas­culino en la sociedad.

 Por tanto, resulta vital continuar trabajando en el diseño de estrategias para desmontar

estas conductas patriarcales. En función de ello, se hace necesario implementar

las normativas jurídicas y políticas públicas existentes tales como la Estrategia integral

de prevención y atención a la violencia de género, el Programa para el Adelanto de las

Mujeres y la transversalización de la perspectiva de género al sistema de leyes, expresado

en el recientemente aprobado Código de las Familias.

 Esta nueva legislación cubana tiene ante sí el desafiante encargo de remover

mentalidades conservadoras y prácticas machistas. A partir de diversos títulos, son

validadas responsabilidades, deberes y actitudes en los varones que significan romper

con posturas retrógradas de cómo participar en el espacio familiar, al tiempo que

democratiza la forma de educar a nuestros hijos e hijas.

 Pero, además de ello, es necesario desarrollar una labor educativa que comience en la

casa, la comunidad y la escuela y se extienda a diversos espacios de la comunicación.

 En ese sentido, los medios de prensa y sus plataformas digitales tienen gran

responsabilidad. Si contribuyen a visibilizar la violencia en sus disímiles expresiones,

pueden ayudar a que las personas confirmen que existe, sepan cómo se manifiesta, sus

consecuencias y reconozcan los caminos posibles para enfrentarla.

Por el contrario, si no se abordan adecuadamente estas temáticas pueden terminar reforzando

estereotipos.

 Resulta evidente que hoy son múltiples los desafíos en torno a la violencia de género. No

basta con generar mecanismos para atender y prevenir sus formas más

complejas, es necesario también identificar y desmontar todos esos imaginarios

machistas que, aunque no siempre notemos, están ahí latentes en nuestras prácticas

cotidianas.

 Algunos hombres todavía tienen bastante que aprender y de­masiados

prejuicios que desterrar. Nosotras, en tanto, debemos seguir tratando de educar —y

educarnos— para hacer de la igualdad algo más que un discurso y dotarnos de

una mirada de género que nos transversalice y permita ver, con agudeza, qué se esconde

tras las cortinas del machismo.

Por Indira López Karell

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