Un son para Nicolás

Como un repique de tambor, como un bombear de sangre desde el corazón hasta nuestras raíces, así resuenan los poemas de Nicolás Guillén al escucharlos, al leerlos.
Hay música en su obra, no solo musicalidad, hay un ritmo que traspasa los versos que suena a bongó, a esencia africana y española, a sincretismo y cultura, que habla de unidad, de tradiciones, de igualdad, de libertad y amor.
A inicios del siglo pasado, el 10 de julio de 1902, marcaba el nacimiento de quien es considerado el Poeta Nacional de Cuba. Bajo la sombra de su “suave comarca de pastores y sombreros”, como denominara a su Camagüey natal, se fue formando su espíritu justo y libre y su amor por las letras, con la guía de sus padres Argelia Batista Arrieta, y del periodista y político liberal Nicolás Guillén Urra, que murió asesinado durante el alzamiento de 1917.
Guillén desde muy joven comenzó a destacarse como poeta. En 1920, publicó sus versos y comenzó a colaborar en revistas como Camagüey Gráfico y Orto. Dos años después conformó un volumen de poesía, Cerebro y corazón, que publicaría medio siglo más tarde en sus Obras completas.
Ingresó en la Universidad de La Habana para cursar estudios de Derecho, que abandonó en primer año de carrera. Regresa a Camagüey y comienza a trabajar como redactor de varias publicaciones. A finales de 1926 se trasladó hacia La Habana, donde colabora con diferentes periódicos y revistas.
Entre su vasta obra poética pueden mencionarse: Motivos del Son, Songoro Cosongo, West Indies LTD, Poemas en cuatro angustias y una esperanza, El son entero, Elegía a Jesús Menéndez, La paloma del vuelo popular, Tengo, Che Comandante, La rueda dentada y por el Mar de las Antillas anda un barco de papel.
Nicolás Guillén fue además presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, desde su fundación y durante muchos años. Es considerado el máximo representante de la llamada «poesía negra» centroamericana. Reivindicó la cultura negra dentro de los procesos de mestizaje y transculturación, en lo que denominó el «color cubano», ni negro ni blanco: mestizo, rasgo distintivo de toda Latinoamérica.
Como expresara Denia García Ronda en su texto, publicado en la Jiribilla, “Guillén y la cuestión negra”: el mestizaje que define Guillén en su poesía es, en primera y última instancia, social y cultural y se dirige no a la reconciliación, retórica o no, de razas y sectores en nombre de la nación, sino al reconocimiento del real carácter mezclado de esa nación, independientemente del color de la piel y, por lo mismo, a denunciar exclusiones, discriminaciones, segregacionismos.
En un artículo publicado el 29 de marzo de 1959 destacaba:
Sin el negro no existiría Cuba como es hoy, Cuba con su carácter y perfil, como no existiría tampoco sin el blanco, que fuera de europeo es “también” nuestro pueblo, del mismo modo que fuera de africano lo es “también” el que viene de congo o carabalí. Ambos a dos, juntos y revueltos, dan la cubanía, un precipitado nuevo, ni español ni africano, o mejor dicho, africano y español, en una síntesis profundamente nacional.
Cómo podríamos cantarle al cantor del son, cómo llevar la música a versos, o atrapar en un poema el ritmo afrocubano como él lo hizo. Sería un vano intento de copiar un estilo único, propio que sobresalió dentro de los exponentes de la llamada “poesía negra” centroamericana. Dejémosle a Nicolás Guillén la sonoridad y simplemente recitemos hoy sus poemas como homenaje.
Por: Adary Rodríguez Pérez
Selección de poemas de Guillén
Tengo
Cuando me veo y toco,
yo, Juan sin Nada no más ayer,
y hoy Juan con Todo,
y hoy con todo,
vuelvo los ojos, miro,
me veo y toco
y me pregunto cómo ha podido ser.
Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de andar por mi país,
dueño de cuanto hay en él,
mirando bien de cerca lo que antes
no tuve ni podía tener.
Zafra puedo decir,
monte puedo decir,
ciudad puedo decir,
ejército decir,
ya míos para siempre y tuyos, nuestros,
y un ancho resplandor
de rayo, estrella, flor.
Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de ir
yo, campesino, obrero, gente simple,
tengo el gusto de ir
(es un ejemplo)
a un banco y hablar con el administrador,
no en inglés,
no en señor,
sino decirle compañero como se dice en español.
Tengo, vamos a ver,
que siendo un negro
nadie me puede detener
a la puerta de un dancing o de un bar.
O bien en la carpeta de un hotel
gritarme que no hay pieza,
una mínima pieza y no una pieza colosal,
una pequeña pieza donde yo pueda descansar.
Tengo, vamos a ver,
que no hay guardia rural
que me agarre y me encierre en un cuartel,
ni me arranque y me arroje de mi tierra
al medio del camino real.
Tengo que como tengo la tierra tengo el mar,
no country,
no jailáif,
no tenis y no yacht,
sino de playa en playa y ola en ola,
gigante azul abierto democrático:
en fin, el mar.
Tengo, vamos a ver,
que ya aprendí a leer,
a contar,
tengo que ya aprendí a escribir
y a pensar
y a reír.
Tengo que ya tengo
donde trabajar
y ganar
lo que me tengo que comer.
Tengo, vamos a ver,
tengo lo que tenía que tener.