Razones para mantener viva la cultura cubana

Razones para mantener viva la cultura cubana

20 octubre, 2020 Noticias 0

Este 20 de octubre, Cuba en medio de la nueva normalidad impuesta por la pandemia de la COVID-19 celebra el Día de la Cultura Nacional. La fecha evidencia el fervor patriótico, revolucionario y cultural de aquellos cubanos dispuestos a dejarlo todo por el logro de la anhelada independencia. Suficientemente se conocen las circunstancias históricas en las que se desarrolló ese acontecimiento de 1868, por lo que es preciso remontarnos a sus antecedentes.

Sobre lo anterior, Fidel Castro en 1968 expresó: ‟Quizás para muchos la nación o la patria ha sido algo así como un fenómeno natural, quizás para muchos la nación cubana y la conciencia de nacionalidad existieron siempre, quizás muchos pocas veces se han detenido a pensar cómo fue precisamente que se gestó la nación cubana y cómo se gestó nuestra conciencia de pueblo y cómo se gestó nuestra conciencia revolucionaria”.

Las palabras de Fidel imponen un reto a investigadores, profesores, estudiantes e interesados en general en el estudio y la divulgación de la Historia de Cuba y su cultura, no basta con detenerse en los hechos, las personalidades, victorias y fracasos de la gran gesta liberadora sin recorrer la historia precedente al 10 de octubre.

Cabe preguntarse:

  • ¿De dónde viene tanta rebeldía para que se desencadene una guerra sin los recursos considerados como indispensables para contraer tal compromiso?
  • ¿Dónde está el espíritu de libertad y de lucha por alcanzar los más genuinos ideales que llegan hasta aquel glorioso octubre?

En ocasiones, se reduce el inicio de la Guerra Grande a la contradicción colonia-metrópoli en la década de 1860 para la maduración de una situación revolucionaria que la desencadenara, pero existen diferentes ejemplos para afirmar que desde los inicios de nuestro devenir histórico existían contradicciones que van permitir como antecedente el estallido de la misma.

Si se parte de este criterio no se debe ignorar que no estamos en presencia de un proceso que se inicia en el siglo XIX, sino en el mismo siglo XVI. El complejo proceso de integración étnica y multiétnica tiene sus inicios en el propio choque cultural de los pobladores de los nuevos territorios a los que llegaban los europeos, a la postre, propinando la violenta disminución de las poblaciones aborígenes de Cuba. Aquí comienza un largo camino histórico para la formación de un pueblo nuevo, producto de una población fundamentalmente migrante que se va estableciendo, este camino de incorporación de elementos, o siguiendo el paralelo con “el ajiaco” de don Fernando Ortiz, incorporación de nuevos ingredientes, manteniendo la mezcla, selección y fusión de los mismos. Eso es la cultura, una amalgama en la que sus componentes están tan integrados que es casi imposible separarlos. Intentar fragmentar la cultura por elementos y rasgos es romper un todo.

No se trata de desconocer el proceso que cuaja y culmina en la lucha por crear un Estado nacional en el siglo XIX. En el caso cubano, la lucha por la creación de dicho Estado ha tenido una significación extraordinaria en este proceso, pero en la nación cubana tienen un papel decisivo los sectores que aportan en primer término el propio reconocimiento de una identidad nacional, elemento que en ocasiones se ha tratado de minimizar, dándole solo a la oligarquía cubana este mérito.

¿Acaso las diversas formas de rebeldía, recogidas o no en la Historia de Cuba, como respuesta al sistema opresor no fueron un gran impulso para iniciar una guerra, continuarla, reorganizar otra y seguir luchando?

Solo la cultura de los oprimidos, los explotados y los segregados los preparó para la lucha. Lucha y cultura iban de la mano, no se emprendería la primera hasta tener conciencia de los rasgos culturales que nos identifican, nos distinguen y nos diferencian.

Los aborígenes utilizaron por lo general el método de rebeldía que afectaba más a los colonialistas españoles: abandonaban el trabajo y huían a los montes, a zonas marginales de difícil acceso para evadir la explotación que sufrían, incluso existen evidencias de “palenques” donde se refugiaban los aborígenes que lograban escapar, para continuar su vida, coincidiendo con esclavos africanos que, a pesar de ser muy escasos en los primeros años de colonización, también se cimarroneaban junto a los aborígenes para evadir la explotación.

Fue el aborigen quien llevó al esclavo rebelde a intrincarse en el monte como lugar de refugio, es ahí donde aprende de la fauna cubana las propiedades de las plantas, lo mismo para sanar que para matar, es allí donde el africano redefine muchas de sus prácticas mágico-religiosas, conoce el terreno y sus accidentes propicios para refugiarse.

El vínculo con el territorio donde se nace, el sentimiento de identificación con el lugar estable donde se crea la familia, es el punto de partida para la noción de patria y la diferenciación con los intereses y sentimientos de la hispanidad. Sentimiento de identificación también conocido como patriotismo local.

En este sentido, las historias regionales están plagadas de estos hechos. A Puerto Príncipe en 1606 llegaron a la villa el oidor Francisco Manzo de Contreras, don Fernando Valdés y 40 soldados más, con el objetivo de investigar y castigar a los comerciantes que violaban la ilegalidad bajo el nombre de ‟rescatadores”. En respuesta rebelde, los principios en masas abandonaron la villa hacia las haciendas y montes, pero atreviéndose a pasearse por el pueblo en las noches.

Para satisfacción de los camagüeyanos, Espejo de Paciencia (1608) es considerada la primera obra de la literatura cubana, escrita por el canario Silvestre de Balboa Troya y Quesada, escribano del cabildo y vecino de la villa. En ella se expresa la mentalidad del criollo, la fuerza que toma el sentimiento de la patria y el orgullo que sienten por su tierra.

En la primera mitad del siglo XIX la sociedad colonial criolla, que se fue conformando lentamente a partir del siglo XVI hasta consolidarse en el siglo XVIII, comienza a tomar una nueva imagen. En la sociedad esclavista los procesos económicos, las ideas políticas, el modo de vida y la creación artística que la caracterizan tienen mayor dinamismo y complejidad. En este contexto, la masiva trata esclavista y la inmigración europea recién llegada, sin raíces en el medio social y cultural criollo, enriquecieron y retrasaron el proceso de integración sociocultural, base para el proceso de formación nacional. Lo enriquecieron por los aportes culturales de africanos y europeos, componentes básicos en la formación del pueblo cubano.

Por otra parte, la esclavitud injertada en la plantación estableció barreras, condicionó una sociedad compleja con una estructura clasista y estamental muy rígida. No solo existía la división en clases y sectores sociales, sino en estamentos raciales (blancos, negros y mulatos libres y esclavos). El color de la piel tenía un peso determinante en la sociedad esclavista por lo que gran parte de la población consideraba a los esclavos como un elemento ajeno a ella. Lo anterior frenó el proceso de integración sociocultural.

Para la existencia de la nacionalidad y la formación nacional era imprescindible un alto grado de integración cultural y social, que solo se lograría cuando existiera una comunidad de intereses entre las clases y los estamentos étnicos que conformaban la sociedad. La sociedad esclavista negaba estos presupuestos por las marcadas diferencias que establecía.

A pesar de todos los esfuerzos por eliminar los valores culturales y la relación entre los esclavos, estimulando la división, se estableció la relación solidaria entre aquellos hombres obligados a convivir bajo una explotación implacable, a los que se les impuso patrones de vida, trabajo, alimentación, vestido y vivienda con una finalidad productiva, tratando de borrar su identidad cultural. Los esclavos encontraron alternativas para su supervivencia, para mantener sus valores culturales. Lograron establecer vías para la comunicación secreta entre ellos y transmitirse informaciones importantes como, por ejemplo, las escasas posibilidades para escapar.

En la preservación de la cultura africana desempeñaron una función importante los cabildos africanos, instituciones de carácter religioso y de ayuda mutua que agrupaban a africanos y sus descendientes de un mismo origen étnico. Ellos, lograron mantener vivas múltiples expresiones culturales, pero sobre todo sus sistemas religiosos que se mezclaron con los aportes de otras expresiones religiosas como el catolicismo y el espiritismo. Las prácticas religiosas ayudaron a conservar otras manifestaciones culturales como los cantos, las danzas y la música.

El palenque fue la forma superior del cimarronaje y escapar a los montes no solo era un reto a la sociedad que los condenaba a la esclavitud, sino la recreación de modos de vida propios. Se acataba la jefatura de una autoridad de prestigio asentada en la ascendencia real en su tierra de origen, jerarquía religiosa o don de mando natural que imponía organización y disciplina. Nacía la solidaridad y la colectividad entre los rebeldes, era un medio de unidad frente a los representantes del poder colonial. Desarrollaban cultivos, convivían en lo más intrincado del bosque, con la comida insegura, hinchados por el guao o picados por el alacrán, con el temor a ser descubiertos en cualquier momento, pero con la esperanza de lograr una vida mejor.

En el actual mundo globalizado y bajo las influencias de la voraz tecnología, las políticas hegemónicas imponen modelos de consumo basados en la banalidad, el mal gusto y el desapego de las raíces culturales de las naciones para desideologizar a los pueblos y hacerlos borrar o distorsionar su memoria histórica. La Historia es arma esencial para preservar la cultura y viceversa. Volver constantemente a nuestras raíces culturales es defender cada palmo de Cuba y defender nuestra condición de cubanos.

MSc. Fernando Miguel Manzo Alonso.

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