Una guerrera que baila

Una guerrera que baila

10 abril, 2019 Crónicas Noticias 0

Por:  Haniel Valdés Velázquez (estudiante de Periodismo)

Ella llegó a la XIV Universiada Nacional con la esperanza de aportarle medallas a su delegación, con la meta de salir a disfrutar de su deporte, con la satisfacción de que era la gimnasia un puntal de confianza en las aspiraciones camagüeyanas.

Desde hace mucho tiempo el deporte es parte importante de su vida, cada presentación, cada split, cada eufórico salto sobre el tabloncillo, cada aplauso del público, es un motivo para seguir adelante.

El azar tiene y hace sus descalabros, el atleta, no siempre juega con la fortuna de sentirse bien en cuerpo y alma. Una lesión puede truncar el futuro de cualquiera de sus víctimas, pero si hay un corazón rebosante de energía, de ganas de salir adelante, de demostrar que nada puede detener la fuerza del amor por lo que haces, si existe ese corazón, no hay imposibles para quien lo porta.

Una sesión de entrenamiento dejó fuertemente dolorida a Damarys Rodríguez Gómez, una de las esperanzas de medallas en las filas camagüeyanas. Ella debía salir la noche siguiente a ejecutar un solo y un trío, de altísimo nivel de dificultad, y retar con ellos a las fuertes representantes de las selecciones en competencia.

Los ánimos del equipo habían caído, la Universidad de Camagüey, llegó a sentirse derrotada, pero cuando las luces iluminaron las tablas, ahí estaba ella. Sonreía más que nunca, vestía los colores de su equipo, se sentía la reina del escenario cuando le correspondió hacer lo que mejor sabía.

Su actuación tuvo la fuerza de las guerreras, sus movimientos no parecían posibles, era de piel, de hueso, pero se veía de acero. Quienes conocíamos su dolor, la afección de su cuerpo, temimos por ella, temblamos de miedo, tuvimos piel de gallina y asomamos alguna lagrimilla pasajera.

Ahí estaba, volando por los aires, llenando de esperanza a los que veían su sonrisa, bailando y sintiendo la música como si saliera de su cuerpo. No le bastaron los aplausos y el reconocimiento de quienes, de pie, en la sala, la aplaudimos incrédulos y admirados; volvió y con la misma fuerza, acompañada de sus compañeras se robó el show de una noche que fue mágica.

Damarys, salió del teatro pálida, sin fuerzas, sin la venda que enrollaba su pierna, pero salió feliz, sonriendo, rodeada de gente que la quería, ahora más que nunca. Salió portando dos medallas, una de plata y otra bronceada, salió satisfecha, había cumplido con su deporte, con su delegación, con su universidad, su provincia, pero sobre todo había cumplido con su corazón.

Salió en el abrazo gigante y el respeto eterno de los que le agradeceremos, toda la vida, por habernos enseñado una lección, por regalarnos la alegría y por haber elegido para su vida, hacer lo que la hacía feliz, por ser nuestra guerrera.

 

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