Desde Baraguá,  una lección de patriotismo

Desde Baraguá,  una lección de patriotismo

15 marzo, 2023 Noticias 0

El 15 de marzo de 1878 Antonio Maceo y Grajales protagonizó uno de los hechos más gloriosos de nuestra historia, como lo consideraba José Martí: la Protesta de Baraguá, como respuesta contundente a quienes pretendían aceptar la paz sin independencia.

Al conmemorarse 100 años, Fidel Castro Ruz,  en el mismo lugar analizaba la trascendencia de ese hecho y las circunstancias de Cuba en aquel entonces. Rememoremos a través de fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante en Jefe, aquel 15 de marzo de 1978.

Las circunstancias eran sumamente críticas, sumamente difíciles. El hecho cierto es que el 21 de diciembre de 1877 el mando español determinó el cese de las operaciones militares en la región de Camagüey y posteriormente prolongó ese período de cese de operaciones militares, hasta que se produjo el acuerdo o Pacto del Zanjón.”

“El país estaba realmente ya sin autoridad, y a última hora aquella cámara renunció, y se constituyó un comité que en los primeros días de febrero discutió y acordó la paz sin independencia; acuerdo que de un modo más o menos oficial, puesto que no se suscribió ningún documento, tuvo lugar el 10 de febrero de 1878.

“(…) Pero ese ejemplo de Maceo, esa conducta intachable en todos los aspectos, se convirtió en una doctrina, en una verdadera escuela para los combatientes orientales. Y en esos principios se formaron los jefes, oficiales y soldados de las tropas que estaban al mando de Antonio Maceo.

“De modo que la Revolución, en gran parte de la región de Oriente donde mandaba Maceo, se mantuvo fuerte, se mantuvo íntegra, se mantuvo limpia de discordias, de divisiones, de indisciplinas, de sediciones. Y hay que decir que el papel del hombre, es decir, el papel de Maceo en aquellas circunstancias, fue decisivo.

(…) Ahora, lo doloroso, lo que sorprendió y dolió profundamente a Maceo y sus fuerzas, fue la noticia de que, en los instantes en que ellos terminaban el combate del Camino de San Ulpiano, se acababa de firmar en Camagüey el Pacto del Zanjón. Y Maceo, indignado, amargado, se preguntaba qué dirían sus hombres, qué dirían sus compañeros, qué dirían los heridos, cómo se podía justificar ante sus muertos, los que había tenido en aquellos combates, si en esos precisos instantes se estaba firmando la paz sin la independencia.

Y aquella paz sin independencia realmente se había hecho sin consultar a todas las fuerzas, puesto que las fuerzas de Maceo, una de las más importantes de la Revolución, no habían sido consultadas.

Fueron esos factores los que determinaron una conducta, una actitud y un gesto que señalan una de las más extraordinarias proezas patrióticas de nuestras guerras de independencia, de nuestros combatientes revolucionarios, que fue la Protesta de Baraguá

Maceo adoptó las disposiciones pertinentes, reunió a sus jefes, los consultó y decidió, de manera formal, expresar su desacuerdo con el Pacto del Zanjón.

Algunos se preguntarán: bueno, si Maceo quería continuar la guerra ¿para qué tenía que reunirse con Martínez Campos y decirle que estaba en desacuerdo con la paz? Había una razón muy importante: de la misma forma que en el Zanjón se había oficializado en nombre del pueblo en armas el cese de la guerra, Maceo quería incuestionablemente ante el mismo jefe y ante las mismas autoridades españolas expresar oficialmente su desacuerdo con el Pacto del Zanjón (APLAUSOS).

Gómez explica que Maceo tenía, además, otras intenciones, que quería ganar tiempo en aquellas circunstancias tan difíciles, y le había dicho que con tiempo se podían hacer muchas cosas. Incluso Gómez le aconsejó que si pedía un cese de las hostilidades lo hiciera por el tiempo mayor posible para organizarse. Fue cuando Maceo escribe la carta el 21 de febrero a Martínez Campos, carta muy inteligente, carta muy revolucionaria e, incluso —podríamos decir—, carta muy leal, y le plantea la suspensión de las hostilidades por cuatro meses, puesto que quiere consultar con todos los distritos de la jurisdicción de Cuba, como se llamaba entonces. Y le plantea que quiere tener una entrevista, para saber qué ventajas podía representar para Cuba la paz sin independencia; pero le expresa con claridad a Martínez Campos que no es para llegar a ningún acuerdo, es decir, se lo advierte. Nos vamos a entrevistar, pero no para llegar a ningún acuerdo. Queremos que se nos explique qué ventajas puede haber para Cuba con la paz, sin la independencia.

De modo que Maceo hace dos cosas: trata de ganar tiempo; pero sobre todo, lo más importante, se propone de manera oficial y ante el mismo general en jefe español, ante el mismo con el cual se había pactado el Zanjón, expresarle que está en desacuerdo con aquel pacto y que se propone continuar la lucha (APLAUSOS). Porque lo esencial, lo esencial del problema es que Maceo no estuvo de acuerdo, en lo más mínimo, ni un solo segundo con el Pacto del Zanjón; Maceo no estuvo de acuerdo, ni vaciló un solo segundo, en rechazar la paz sin independencia; su propósito era rechazar el Zanjón y continuar la guerra. Para eso convocó al jefe enemigo.

Y eso se ve muy claro, cuando se leen los relatos históricos de la gloriosa Protesta de Baraguá. Maceo se reunió con Martínez Campos —como él le había dicho en su carta— no para acordar nada, porque ahí no se acordó nada. Si algo se acordó en Baraguá fue que ocho días después se rompían otra vez las hostilidades y continuaba la guerra (APLAUSOS).

Comienza diciéndole que está en desacuerdo con lo pactado en el Zanjón, continúa expresándole personalmente, o a través de sus compañeros de más confianza que ellos lo que quieren es la independencia. Al extremo que Martínez Campos dice que si hubiera sabido que querían una reunión para pedir una cosa imposible, no se habría reunido.

Pero hay, en medio de esto, algo que tiene un gran valor, porque uno de los ayudantes de Maceo entonces le explica a Martínez Campos. Dice en esencia: “Bien, usted dice que no pueden dar la independencia. ¿Podrían dar la libertad a los esclavos?”

Es decir que lo que plantean los cubanos en la Protesta de Baraguá, primero: quieren oficializar su desacuerdo y romper el Pacto. Ese fue el objetivo político número uno. Dos: decirle que rompían el Pacto, porque no aceptaban la paz sin independencia. Pero tientan al español, y le plantean: “Ya que dicen ustedes que no pueden dar la independencia, ¿por qué no se comprometen a dar la libertad de los esclavos?”

Es decir que las dos grandes demandas en la Protesta de Baraguá eran la independencia de Cuba y, en último extremo, si no hay independencia de Cuba que haya libertad para los esclavos.

Se ha hablado en estos días por nuestra prensa de todos estos hechos. Se dice que Martí dijo que Baraguá era lo más glorioso. No dijo así Martí. Dijo lo que aparece en ese letrero: “La Protesta de Baraguá, que es de lo más glorioso de nuestra historia” (APLAUSOS). No podía decir de manera absoluta que era lo más glorioso, porque habían ocurrido muchos hechos gloriosos. ¿Y quién puede dudar de que el 10 de octubre de 1868 fue un hecho extraordinariamente glorioso? (APLAUSOS) Y no se trata de comparar unas glorias con otras, unas fechas con otras. Sin 10 de octubre no habría habido 15 de marzo, sin Yara no habría existido Baraguá; ¡pero sin Baraguá, Yara no habría sido Yara! (APLAUSOS)

Lo que sí puede afirmarse es que con la Protesta de Baraguá llegó a su punto más alto, llegó a su clímax, llegó a su cumbre, el espíritu patriótico y revolucionario de nuestro pueblo; y que las banderas de la patria y de la revolución, de la verdadera revolución, con independencia y con justicia social, fueron colocadas en su sitial más alto.

Fragmentos del discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz el 15 de marzo de 1978, tomado de http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1978/esp/f150378e.html

 

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