La responsabilidad y sus dosis contra la fatiga pandémica

La responsabilidad y sus dosis contra la fatiga pandémica

21 junio, 2021 Noticias 0

El aumento desproporcionado de las cifras de casos sospechosos, contagiados y fallecidos en los últimos días, en esta llamada “tercer ola” de contagios por Covid-19, nos conduce a pensar en un estado de “habituación” al peligro en la población en sentido general.

La situación de confinamiento se ha prolongado más de lo esperado, y ocurre entonces que los niveles de tolerancia y resistencia al aislamiento y el acatamiento de las medidas adoptadas para evitar el contagio, tienden a deteriorarse. Pensamientos como: ¿Hasta cuándo va a ser esto? ¿Cuánto tiempo más tendremos que estar así? ¿Cuándo volveremos a la normalidad, a cómo era antes? son comunes que se produzcan en la población, los cuales resultan del agobio, la ansiedad y el cansancio como consecuencia de la rutina impuesta por la pandemia.

Esto se explica porque en la dinámica subjetiva, a medida que el tiempo pasa, menos se percibe como necesario mantener el aislamiento y las medidas de autocuidado, y conductas como: usar incorrectamente las mascarillas sanitarias, o lo que es peor, no usarlas en lo absoluto, no mantener una constante higiene de las manos mediante el lavado o la desinfección de las mismas, no respetar el distanciamiento físico, salir innecesariamente del hogar o permitir vistas en el propio, son cada vez más frecuentes.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha instaurado un nuevo término para referirse a dichas reacciones, el de fatiga pandémica, resistencias entendidas como naturales y comprensibles luego de casi 15 meses (en nuestro país) de enfrentar la enfermedad de Covid-19, estando el mayor peligro en que este agotamiento hace que las personas se cuiden menos y se expongan más a la posibilidad de contagio, como bien se explicó anteriormente; lo cual se relaciona en proporción directa con las altas cifras de enfermos y casos sospechosos que enfrenta actualmente nuestro sistema de salud.

Cierto es que los estados psicológicos que provoca la situación de confinamiento se vivencian de forma individualizada, es decir, cada quien experimenta el aislamiento de diferente modo, con intensidad y sensaciones de alarma y tensión diversos, asimismo cada persona cuenta con recursos y mecanismos de afrontamiento a la crisis propios e intrínsecos; sin embargo, el propio efecto de nuestros estilos de afrontamiento diversos, puede estar vinculado directamente a una sensación de relajación por efecto de la disminución de la percepción de peligro, que, como expresamos en ideas anteriores, sostenida en el tiempo, tiende a disminuir. Dicho popularmente, nos “acostumbramos” al peligro (idea con la que iniciamos esta reflexión).

Otro indicador que pudiera estar relacionado a un cierto relajamiento y abandono de las medidas de autocuidado es la disminución de la percepción de riesgo asociada con la vacunación masiva de la población, la cual vaticina el control (atención que expreso control y no erradicación) de la pandemia en nuestro país.

El avance de la intervención sanitaria que se lleva a cabo ya en varios territorios de la Isla con Abdala, Soberana-02 y Soberana Plus en una tercera dosis, en adición a la confianza que suscitan los candidatos vacunales desarrollados por la comunidad científica cubana, constituyen fuertes incentivos para pensamientos como: “Ya me vacuné, por tanto ya no corro peligro de enfermarme o enfermar a los demás” “Ahora puedo retomar mi vida como lo hacía normalmente antes de la pandemia” “Puedo relajarme un poco, la vacunación está próxima y finalmente esta situación va a acabar”. Tengamos en cuenta que el comportamiento humano se define tomando como referentes nuestras percepciones de la realidad, es decir, que si se considera una situación como mejor o menos perjudicial, uno se comportará en correspondencia con esa realidad representada.

Durante este y los anteriores periodos de encierro, las personas han debido tomar la decisión de preservar el control de sus vidas de una manera diferente, aunque tengan pocos recursos que permitan hacerlo, han tenido que reestructurar rutinas y proyectos de vida, han asumido hábitos de cuidado e higiene personal mayores a los habituales, han debido enfrentar la crisis sanitaria, social y económica impulsada por la pandemia de Covid-19.

Esto, por fortuna, ha sido el comportamiento de la mayoría de la población que, en medio de la incertidumbre y el miedo propio de enfrentar una enfermedad nueva, altamente contagiosa y peligrosa para la vida, han mantenido una actitud y conducta responsables, siguiendo las normas e indicaciones establecidas por el Estado cubano y las autoridades de salud competentes, demostrando que sí se puede tomar la decisión consciente de llevar el control de nuestras acciones. 

Otros (por suerte una minoría), sin embargo, han adoptado comportamientos negligentes, reaccionando de manera defensiva ante las normativas instituidas, incumpliendo las medidas sanitarias y de aislamiento social que, sumadas, menoscaban el esfuerzo de muchos para lograr el control de la enfermedad, quienes, por su parte, tienen iguales o mayores deseos de que todo regrese a la normalidad y de retomar sus vidas habituales.     

Llegado a este punto, consideramos el tema de la responsabilidad orientada hacia la salud humana, lo que permite repasar la interrelación entre lo individual y lo social haciendo un análisis del comportamiento que debe asumir cada quien en el contexto actual de enfrentamiento a la pandemia, en tanto a la protección de la salud propia y colectiva se refiere.

Es oportuno señalar que la responsabilidad es una cualidad positiva de los seres humanos que son capaces de cumplir con sus obligaciones y promesas, actuar de manera correcta, ser cuidadosos en el proceso de toma de decisiones y asumir las consecuencias de sus actos, siempre que estas acciones se realicen de manera consciente e intencionada, ejerciendo sus derechos y respetando los de los demás.

La responsabilidad se aplica también, al hecho en el que uno o varios sujetos deben responder o hacerse cargo de una situación, de algo o de alguien, en otras palabras, significa cuidar de sí mismo y de los otros, por lo que cuando somos responsables, estamos expresando el sentido de comunidad y de compromiso que asumimos con los demás, estamos cumpliendo nuestras obligaciones como ciudadanos.

Aunque esta es una práctica que se manifiesta en la individualidad, siempre (y esto es un hecho) tendrá repercusión en el orden social, porque vivimos en una familia y comunidad determinadas, en una región, en un país. Por tanto, debemos respetar las normas intrínsecas de esa sociedad y asumir comportamientos responsables para preservar las buenas condiciones de su entorno, que se derivan del compromiso contraído con los miembros de la comunidad y que obedecen a cuestiones de tipo moral y ético. Es decir, las decisiones tomadas tanto por los individuos como por los grupos o sociedades, de una u otra forma, tienen consecuencias sobre el resto de sus integrantes, pudiendo afectar incluso a los seres queridos, por lo que se debe desarrollar una conciencia de conjunto.

En el contexto actual generado por la pandemia de Covid-19, lo anterior tiene una traducción bien específica, que toda actitud asumida en lo particular por cualesquiera de los miembros de una comunidad, tiene una consecuencia directa en la salud colectiva, que puede ser positiva o negativa en dependencia de si es un comportamiento responsable o irresponsable, de si cumplimos con las normativas impuestas o nos rebelamos y actuamos según nuestros propios designios.   

Hoy más que nunca, la responsabilidad individual y social adquieren dimensiones insospechadas, y cada uno de nosotros (sintámonos todos aludidos) debe cumplir oportuna y eficientemente con la parte que le corresponde en esta importante misión que es proteger la humanidad. Cualquier acto de individualismo en estos tiempos es reprochable, sólo son bienvenidas las actitudes y acciones que contribuyan al bien común. Debemos concientizar que todos tenemos responsabilidades con relación al cuidado de nuestra propia salud y que, a su vez, somos co-responsables de proteger la salud de nuestras familias y de las personas del entorno comunitario en el que vivimos.  Si actuamos todos así, seremos héroes en el anonimato; el premio, la protección de la vida, que es lo más preciado que posee el ser humano. 

El hecho de que ahora estemos en verano, época del año donde se prefiere “refrescar” al aire libre y/o en espacios de ocio y divertimento, con la pareja, los amigos y familiares, y donde las vacaciones quizás no van a ser como lo habíamos esperado (o por lo menos una buena parte de ellas), pudiera incrementar la presencia de conductas irresponsables que pongan en peligro la salud propia de quien actúe de esta manera, así como la de las personas a su alrededor; a la par, dispara las alarmas en relación con la posibilidad de que pueda agravarse la ya compleja situación que presenta el país en cuanto a la cantidad de personas contagiadas y sospechosas de padecer la enfermedad que causa el virus SARS-CoV-2.

Tengamos presente que en el contexto actual, la más mínima acción de irresponsabilidad e indisciplina de cara a la pandemia, puede derivar en asuntos de salud agravada o peor, en peligro de vida o muerte para sí mismos y para otros. De manera que hoy (haciendo referencia al presente y también al futuro inmediato) llamamos a asumir comportamientos responsables, actuar con disciplina, cumplir las normativas e indicaciones del Estado y las autoridades sanitarias cubanas y practicar las medidas de autocuidado, vistos como fuertes e importantes antídotos para evitar la propagación de la Covid-19 y que, en consecuencia, sus efectos no sean aún más devastadores.

El ansiado día en que podamos volver a nuestra rutina diaria, regresar a las escuelas y centros laborales, recuperar nuestra vida social, visitar y compartir con los amigos y familiares está llegando, pero hasta entonces “haga cada uno su parte de deber, y nada podrá vencernos”, máxima martiana que _en mi modesta opinión_, se ajusta “como anillo al dedo” para destacar el papel protagónico que jugamos todos en el control de esta pandemia. En nuestras manos está el poder cortar las cadenas de contagios.

Por: Leticia Pastorrecio González

Fotos: Tomadas de Internet

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