Cátedra de Género camagüeyana enaltece legado de Amalia Simoni

Cátedra de Género camagüeyana enaltece legado de Amalia Simoni

24 enero, 2022 Noticias 0

Una de las mujeres más conocidas de la historia cubana fue la esposa del Mayor Ignacio Agramonte y Loynaz. Su apoyo, férrea voluntad y el inmenso amor que los unió ha sido motivo de crónicas y anécdotas a lo largo de la historia. Pero, ¿qué hizo a Amalia convertirse en esa dama excelsa imposible de olvidar?

Amalia nació en Puerto Príncipe, Camagüey, el 10 de junio de 1842. Era la mayor de las dos hijas del matrimonio formado por el médico José Ramón Simoni y Manuela Argilagos. En cuna de oro, como se suele decir, pero corazón criollo, mantuvo siempre un ferviente patriotismo y ansias liberadoras para su Cuba amada.

Poseía la joven gran sensibilidad para el arte y una cultura exquisita, ganada en la Isla y en los viajes familiares por Europa. Recibió esmerada educación en el hogar y en los colegios lugareños; dominaba varios idiomas y mostraba dotes de soprano, amén de interpretar magistralmente el piano. Esto último complacía mucho a su novio Ignacio, tan apasionado por ella.

Además, la aparentemente delicada mujer contaba con probada resistencia y valor innato, lo que fortalecía su sentido del deber y de justicia. Ideal para su Ignacio Agramonte y él para ella, afrontó desde temprano el rechazo ante la conformación de la nueva pareja. El joven patriota, aunque sin aprietos económicos, no era bien mirado por el cabeza de familia, pues sus riquezas materiales no se correspondían con las de los Simoni. De hecho, en un momento de tensión ante la oposición paterna, Amalia le expresó:

“No te daré, papá, el disgusto de casarme contra tu voluntad, pero si no con Ignacio, con ninguno lo haré”.

Se casan el 1ro de agosto de 1868 en la parroquia de Nuestra Señora de la Soledad. A partir de ahí la vida probará el carácter de Amalia, una y otra vez. Primero al despedir a su joven esposo cuando parte a la manigua cinco meses después.

«Imagínenos por un momento el diálogo de la pareja en la despedida.                   Ella, que había sido educada para brillar en los salones y deslumbrar al                   auditorio con la belleza de su voz debió sentir como si flotara en un mar               de dudas y temores. Piénsese que llevaba ya en su vientre el fruto de su            amor hacia el hombre que amará toda la vida. Recordaría las veces que     le dijo a Ignacio que siempre reconocería que el deber estaba ante todo,             promesa que el novio apreció con honestidad (…) Ambos sabían que ya   el deber había alcanzado otra dimensión y que Ignacio debía partir en            cumplimiento de la palabra empeñada y de su jerarquía dentro de la         conspiración»[1].

La familia se instala en La Matilde, una finca propiedad de los suegros de Ignacio en las cercanías de Sibanicú. Allí vive la joven madre y esposa una despedida constante, sin sosiego, pero con la fe puesta en su amado líder militar. Lo sabe doloroso, pero necesario. Así son los constantes desplazamientos de esa y otras familias insurrectas que junto a ellos residen.

La precariedad de la vida en la manigua; el ser tomada prisionera del enemigo; preferir cortarse la mano antes que escribirle a Ignacio pidiendo su traición; o impedir a la turba antiindependentista que arrancara a su hijo de sus brazos para asesinarlo por ser futuro mambí, y todo esto lejos de su único amor, hace del carácter de Amalia un paradigma rebosante de orgullo y decoro.

Pidió mesura a su eterno compañero tanto como le pidió intransigencia y mantener los anhelos de libertad y soberanía que ambos compartieron desde que se vieron por primera vez. Formó a sus hijos dentro de ese paradigma de amor a la Patria y de comportamiento intachable.

No pudo amar más, según sus propias palabras. Ignacio fue el protagonista de tanta pasión, sosiego e incertidumbre. Fue una activa colaboradora de las fuerzas mambisas y prestó servicios en hospitales de campaña. Sufrió los rigores de la cárcel y luego del exilio, curtiéndola. Al finalizar sin independencia la guerra, se opuso tenazmente al intervencionismo yanqui y a la Enmienda Platt, porque la sabía contraria a los preceptos de la República.

Le ofrecen ayuda económica por ser la viuda de El Mayor, pero la rechaza. Ella, como su Ignacio, posee una vergüenza intachable.  Muere en La Habana el 23 de enero de 1918, a los 73 años de edad y con la certeza de regresar a su Puerto Príncipe para, después de la muerte, volver junto a su amado.

Hoy, a 104 años de su deceso, el legado de esa excelsa lugareña vive en su tierra natal. La Cátedra de Género, Familia y Sociedad de la Universidad de Camagüey, cuyo nombre recuerda a la figura de Amalia Simoni persigue entre sus principales líneas de trabajo el estudio de la vida y obra de esta relevante patriota, artista, madre y esposa de Ignacio Agramonte, así como la realización de un amplio plan de actividades promocionales, investigativas, científicas, docentes, de superación cultural y post- graduadas que contribuyan al desarrollo de la mujer y la atención a la familia.

Dicha Cátedra, integrada por varios especialistas y estudiosos de las temáticas de género de los centros de la Educación Superior, la Federación de Mujeres Cubanas y otras organizaciones, despliega un significativo trabajo en aras de la plena igualdad de derechos, oportunidades y posibilidades entre hombres y mujeres.

En ese camino, figuran entre sus principales resultados diversas investigaciones relacionadas con las problemáticas femeninas, la violencia de género en sus distintas expresiones entre otros temas que propician el desarrollo de la mujer en todos los sectores sociales.

Además, temáticas asociadas con el desarrollo de políticas de género en Cuba; la participación, representación y roles de género en tiempos de COVID 19 y los avances y retrocesos en los derechos de las personas destacan entre los estudios realizados por ese grupo de estudiosos, recientemente presentados en la XVII Conferencia de Género, Familia y Sociedad por un Desarrollo Sostenible que incluyó la Segunda Convención Científica y Tecnológica Internacional.

Asimismo la Cátedra de Género ha desarrollado durante estos últimos años una intensa labor en función de dar cumplimiento a los acuerdos emanados del plan de acción de seguimiento a la Conferencia de Beijing además de enriquecer los debates en torno al anteproyecto del Código de las Familias.

Sin dudas, intenso ha sido el quehacer desplegado por la Cátedra de Género de la Universidad agramontina, al enaltecer la figura de una de las más genuinas patriotas camagüeyanas de todos los tiempos, así como redescubrir rutas que contribuyan a desmontar el velo hegemónico-patriarcal, promover nuevas mascu­linidades y avanzar en la inclusión social, la autonomía y el empoderamiento de las mujeres.

[1] Elda E. Cento Gómez. Artículo “Ignacio y Amalia, el dilema del amor y el deber”. Cubadebate.

Por: Osleydis Pérez Ferriel e Indira López Karell

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