La motivación, ineludible competencia para nuestro pleno desarrollo

Hay días, incluso, momentos en el día, en los que por alguna razón o motivo, no nos encontramos especialmente motivados para desarrollar nuestras tareas, nos falta esa “energía” que nos incentiva a actuar para conseguir nuestros objetivos, y cualquier actividad ajena es pretexto ideal para apartarnos de nuestros deberes, ya sea porque resulta una labor complicada, carecemos de deseos de hacerla o no nos gusta, o no tenemos un estado de ánimo positivo. ¿Estás de acuerdo? ¿Te pasa a menudo o alguna que otra vez?
Si es así, no debes culparte. Permanecer motivado es mucho más difícil de lo que parece. Por eso pretendemos que conozcas las distintas dimensiones o aspectos que intervienen en la motivación, así como algunas claves para que ésta o la falta de ella, no se conviertan en tu mayor obstáculo para alcanzar el éxito. Ten en cuenta que podemos tener todas las capacidades cognitivas y habilidades socioemocionales posibles para hacer una x tarea, pero si no tenemos motivación, esas capacidades no se aplicarán y, en consecuencia, no nos serán de mucha ayuda en el camino de lograr las metas y cumplir los sueños.
Entonces, lo primero es definir qué es la motivación. Una definición clásica _y usual_, es la que entiende la motivación como algo que energiza y dirige la conducta, de esta manera, constituye un elemento esencial, forma parte activa de nuestro comportamiento. Es la dimensión psicológica que impulsa al ser humano. En ella se integran de forma armónica, a la par que dinámica, varios elementos de las esferas volitiva (referida a la voluntad y los deseos), emocional y conductual, como: la curiosidad, los intereses, la pasión, los hábitos, el deseo de aprender, la capacidad de superación, etc., los cuales pueden autorregularse o ser moderados por nosotros mismos y por los otros, en resumen, son susceptibles de ser aprendidos, adquiridos y desarrollados; por lo que es posible ejercitar nuestra fuerza de voluntad y encontrar algunas formas de fomentar la propia motivación personal.
Implica tener un objetivo, decidirse a alcanzarlo y mantenerse en el esfuerzo por lograrlo. Pongamos un ejemplo para que se comprenda mejor, sabemos que una persona está motivada por aprender a tocar la guitarra no porque tenga deseos de tocarla sino porque se plantea el aprender (tener un objetivo), se apunta en un curso (se decide a alcanzarlo) y persevera (se mantiene) en el esfuerzo por aprender, siempre asiste a las clases, practica seguido, etc.
Pero, su presencia o no, no puede atribuirse únicamente a las características personales de cada quien, porque la motivación es un proceso complejo en el que intervienen, a su vez, varios procesos. Está estrechamente ligada a las experiencias de vida de cada quien, los valores, las expectativas, los intereses y deseos que desarrollamos y construimos a lo largo de nuestras vidas, así como con los niveles de energía, información y estados anímicos o emocionales, lo que afecta tanto la motivación y la toma de decisiones desde el plano individual, como la influencia que tienen los condicionantes del entorno en estos procesos. En resumen, que se debe entender a partir la dinámica de la autorregulación (proceso que está en la base de otros procesos como la construcción de la identidad, la motivación, el comportamiento, el aprendizaje) del ser humano.
Por tal motivo, es primordial fortalecer el autoconocimiento. Aunque no existe una “receta” para lograr estar motivados, conocerse a uno mismo es un acertado “ingrediente”. Tener identificadas nuestras características personales, nuestras capacidades, saber qué situaciones nos generan sentimientos positivos y cuáles nos producen sentimientos negativos, de manera que aprendamos a controlar nuestras emociones, nos permitirá ajustar los mecanismos necesarios para no desanimarnos y alcanzar nuestros objetivos.
Reconocer la fuerza del hábito para mantener la motivación. Convertir las tareas y metas en un hábito _pese a no ser esencialmente motivador_ nos agenciará ganancias a mediano y largo plazo, sobre todo en los días o momentos en que no nos sintamos altamente motivados. Volvamos al ejemplo anterior, si nuestro deseo es aprender a tocar la guitarra, lo ideal es que practiquemos a diario, de esta forma desarrollaremos un hábito que nos permitirá seguir avanzando hacia nuestro objetivo, incluso cuando no nos apetezca estudiar el instrumento.
¡Atención! a la sobremotivación o exceso motivacional. Si bien existe una relación directa entre la motivación y el comportamiento eficaz, esta tiene límites. En ocasiones nos importa más hacer las cosas perfectas que hacerlas en definitiva, y nos embarga demasiado el sentimiento de preocupación por el actuar eficiente que, en últimas, nos conducirá a cometer errores “evitables” e impedirán que tengamos éxito en la tarea. Sucede mucho en el contexto académico, por ejemplo, un estudiante se prepara para tomar un examen, estudia todos los materiales, hace resúmenes, etc., con tiempo suficiente para que no le quede ningún objetivo por estudiar, pero se exige demasiado a sí mismo sacar el máximo (ya sea por las expectativas propias, por influencia familiar, entre otros factores); entonces llega el momento de la prueba, lo invade la ansiedad por tratar de ponerlo todo y el tiempo del examen no le alcanza, o el mínimo contratiempo (no alcanzó coger el autobús, se percata que ha olvidado los lápices en casa, etc.) le quita la concentración y aparece el llamado “me quedé en blanco”, por lo que el resultado final queda por debajo de lo que pudiera haber logrado.
De lo anterior trasciende la importancia de visualizar el camino, no la meta en sí, para mantener la motivación. El fin no es lograr nuestros objetivos, la meta es cada uno de los momentos y resultados que inexorablemente nos conducen al fin, la meta se construye sobre la base de cada logro y tarea cumplida. Ya sabemos que el exceso de motivación es contrario del éxito posible, por lo que es recomendable estar menos pendientes de la perfección para evitar no hacer en cada minuto lo que podamos y tengamos que hacer. En lugar de visualizar nuestros objetivos debemos visualizar el proceso que seguiremos para lograrlos, considerando especialmente los momentos en que pueda abandonarnos la fuerza y la energía que nos impulsan a realizar determinadas acciones y a persistir en ellas, en que corramos el riesgo de faltar a nuestro compromiso de triunfar. Reconocer que habrá circunstancias o periodos en la vida que nos pondrán a prueba, sin dudas aumenta las probabilidades de que continuemos el camino; tanto como ser optimistas y confiar en nosotros mismos, en nuestras capacidades, decirnos “esto es lo que pude hacer hoy y mañana me empeñaré en hacerlo mejor”, de manera que tengamos certeza absoluta de que lo que se ha hecho hasta el momento por conseguir los objetivos y lo alcanzable “van de la mano”.
Como recomendaciones generales para lograr, mantener y/o recuperar la motivación _clave para nuestro pleno desarrollo_, proponemos:
- ¿Quién dice que tengas que esperar a tener ganas de hacer algo para hacerlo? No hay que esperar a sentirnos motivado para desarrollar una x tarea, simplemente elijamos algo y ¡empecemos! Pasa porque hemos construido una equívoca creencia de que tenemos que sentirnos motivado para empezar a hacer algo, cuando la realidad es que no es así. No me estoy contradiciendo, claro que es mejor si iniciamos una tarea con todo el empuje y ganas posibles, pero si no, también es válido. Recuerda la importancia del proceso, de cada tarea, de cada logro.
- Que nos guíen _como el primero_ nuestros valores. Retomemos el ejemplo inicial una última vez. Si el propósito es aprender a tocar la guitarra, es probable que algunos de nuestros valores sean la persistencia, la responsabilidad, el compromiso, el crecimiento personal. De manera que, aunque no lleguemos a ser un gran maestro del instrumento, lograr aprender y tocar algunas piezas, ya cumple con nuestros valores, lo que nos aportaría gran satisfacción personal.
- Dividir nuestras metas y tareas en etapas y actividades concretas. Es el mejor antídoto contra la procrastinación. Realizar una adecuada planificación de los pendientes y hacer los ajustes pertinentes si las condiciones del medio cambian. Así, cuando no tengamos mucha energía o pocas ganas, podremos realizar las tareas más sencillas y rápidas, lo cual nos permitirá además, concentrar las mayores energías para conseguir objetivos mayores. Si sentimos que progresamos (con el cumplimiento de esas pequeñas tareas), nuestra confianza aumentará y con ella, la motivación por alcanzar nuestro siguiente objetivo.
- Un cómplice. A veces es extremadamente difícil motivarnos a nosotros mismos, motivo por el cual buscar un “compinche” o coautor que aporte sus fuerzas y energías cuando estamos con el “nivel bajo” es recomendable. Claro que esto no sirve para todos los propósitos, hay cosas que tenemos que lograr en lo individual. Tampoco la alianza con personas que mayormente poseen pensamientos y actitudes negativas y pesimistas, es una buena opción.
- ¡Relajémonos un poco! No estemos tan pendientes de la perfección, tal como ya reflexionamos antes, y disfrutemos del proceso, de los pequeños logros del día a día. En adición, reservemos espacios y tiempo para realizar actividades que nos produzcan placer y bienestar emocional, es la manera por excelencia de “recargar las pilas” y recuperar la motivación para conseguir todas nuestras metas.
- No olvides alimentarte y mantenerte hidratado. La falta de ganas de hacer algo no siempre tiene un motivo psicoemocional – situacional, en ocasiones la ausencia de energía se debe simple y sencillamente a una respuesta de nuestro organismo que nos demanda la presencia de determinados componentes para su buen funcionamiento, por ejemplo, los azúcares, el agua, la cafeína, entre muchos otros.
Si retomamos la idea de que la motivación es entendida a partir de la dinámica de la autorregulación del ser humano, es decir, es susceptible de ser adquirida, desarrollada, moderada por cada cual y desde la interacción con los otros y el medio que nos rodea, podemos concluir y afirmar que es posible alcanzar un pleno desarrollo personal y el éxito definitivo de todos nuestros objetivos. ¿Coincides con este argumento?
Por: Leticia Pastorrecio González, psicóloga de la Dirección de Comunicación Institucional (UC)
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